LAS DIOSAS NO ENVEJECEN

La sensualidad y el erotismo no tienen edad.

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La virgen y el gitano
Gema Margo

Gema Margo

DELICIOSO EROTISMO: La virgen y el gitano, de D.H. Lawrence

El desenfado y el entusiasmo que había guiado mayormente la actitud de quienes protagonizaron los locos años veinte posteriores a la Primera Guerra Mundial (1914-1918), -la joie de vivre expuesta en el artículo sobre los Happy twenties y El Gran Gatsby-, no fue ni mucho menos compartida por una corriente intelectual y artística diametralmente opuesta a tanto frenesí desbordado.

   Una vez restablecida la paz, esa exaltación vital (¿lógica? ¿reprochable?), poco tenía que ver con la desilusión de cuantos entrevieron en los acontecimientos anteriores un fracaso de la civilización occidental o, como mínimo, un lamentable episodio de su cronología.

Así pues, fue igualmente lícita una lectura mucho menos alegre y prosaica del sentido (o sinsentido, más bien) del conflicto bélico, y de su efecto sobre las conciencias. Desde esta otra perspectiva, el análisis final se resumió en la profunda desolación moral que aquejó a muchos intelectuales y artistas, y en la necesidad de darle oportuno testimonio y forma.

Afortunadamente, esta crisis de conciencia actuó también como un acicate, un revulsivo, nutriente y enriquecedor, frente a una sociedad y a unos valores tradicionales que se revelaron como obsoletos. Este panorama exigía una nueva inspiración que orientase la cultura y el talento hacia novedosas y experimentales formas de expresión.

El arte y la literatura se prestaron a ser los instrumentos idóneos para expresar tanto desconcierto y desilusión. Una renovada savia intelectual recorría el espacio imaginario y el sentir artístico.

Prueba de ello es el surrealismo, movimiento estético que indagaba y exploraba el inconsciente y, consecuentemente, la sexualidad y el erotismo, a golpe de intrincadas metáforas, como las que contiene la obra de Dalí, El Gran masturbador, (1929).

Otto Dix Metropoli

Además de en el arte, el erotismo también admitía ser abordado desde una perspectiva más transgresora por la mano de algunos escritores que se atrevieron a contravenir lo “literariamente correcto”.

La literatura facilitó que se escribiese -nunca mejor dicho- un nuevo y vigorizante capítulo en la historia del erotismo, impulsándolo, refrescándolo. Se trataba en última instancia de sacudirse el puritanismo y la moralina que tanto había controlado y axfisiado anteriormente al ser humano en la libre expresión de sus instintos.

Entre los escritores que hicieron suyo este empeño tan prometedor, es obligado mencionar a D. H. Lawrence (1885-1930) conocido mayormente por ser el autor de El amante de Lady Chatterley (1928), considerada la obra maestra del erotismo de la Edad Moderna.

Las relaciones extramatrimoniales de la aristócrata Constance Clifford (Connie) y Mellors, el guardabosques, su irreflenable pasión sexual, supusieron una clara amenaza por cuanto contravenían toda norma social y moral: un objetivo literario a eliminar por quienes vieron en ella una exaltación erótica de impredecibles e incontrolables consecuencias.

Habría sido necesario contener la respiración -y la aceleración del pulso- para reprimir el efecto de tanta carnalidad expuesta sin el pudor exigido por las buenas costumbres. Abordar la sexualidad con la naturalidad con la que lo defiende D.H. Lawrence en esta obra, bien podría haber hecho tambalear los cimientos morales de muchos hogares tradicionales del momento.

Este atrevimiento literario había sacudido como un zarpazo la adormecida e inflexible moralidad vigente, empeñada mayormente en no ser ni despertada ni cambiada.

Una escritura tan explícita, carnal y deleitosa en los detalles eróticos de los encuentros sexuales, -amén de otras muchas imágenes repletas de sensualidad-, remataba la sacudida y se alejaba de lo políticamente correcto en su invitación a disfrutar de los sentidos, de una libertad sexual considerada intrínseca y connatural al individuo.

     Aunque escrita en Florencia en 1928, tuvo que esperar hasta 1960 para poder ser editada en su integridad en Europa (en España incluso más tarde, en 1975), tras sufrir una tenaz persecución. Fue denostada y sometida a un juicio sumarísimo de “expertos” que analizaron a conciencia su elevado contenido erótico, su cariz obsceno y pornográfico,como fue calificado. Felizmente, un veredicto absolutorio dio luz verde a la publicación de la edición íntegra de la que hoy disfrutamos.

A la pregunta: ¿hay película basada en el libro?, la respuesta es: sí, múltiples. Entre las adaptaciones más eróticas, la protagonizada por la sensual Sylvia Kristel -Emmanuelle-, y entre las más recientes,  una versión francesa de 2007 dirigida por F. Pascale que mereció nada menos que cinco premios César .

Dispuesta en un primer momento a hacer una nueva lectura de tan ardientes páginas  -y aquí incluyo la visión de la espalda desnuda del guardabosques como desencadenante de la pasión de Connie, así como la refrescante escena de los amantes disfrutando bajo de la lluvia, (¿versión británica de Adán y Eva?) – me decido, no obstante, por la lectura de otra obra del mismo autor, una breve novela que asomaba tímidamente en la estantería de la biblioteca, como pidiendo también una oportunidad para ser valorada y  disfrutada: la Virgen y el gitano (Impedimenta, 2008)

Invitada por su prometedora reseña, -y no menos por el arrebatado abrazo de la portada que prometía pasión sin cuento-, me sumergí en esta novela para acercarme al personaje de Yvette, la virgen y del despertar de su deseo sexual hacia Joe Boswell, el gitano.

   Reducida a un mugriento y agobiante entorno familiar, la joven busca desesperadamente algo que ni siquiera alcanza a identificar hasta que se topa con la figura del gitano, el cual se aproxima a su idílica concepción de libertad y de contacto con la naturaleza. Joe supondrá también el soplo de aire fresco que inconscientemente anhela para dar rienda suelta a sus instintos. Yvette se rendirá a la evidencia del poder que ejerce sobre ella su masculina mirada, una mirada colmada de deseo:

    “ ¡Y el gitano! Yvette empezó a temblar súbitamente, como si hubiese notado sus enormes y atrevidos ojos posándose sobre ella, insinuándose desnudos y deseándola, con tanta claridad y rotundidad que Yvette, impotente, permaneció tendida bocabajo sobre la cama, como si una droga la hubiese convertido en otra mujer.”

“(…) la serena y sugerente mirada de sus ojos negros, que parecían disparar sobre ella, tocándola de modo infalible algún punto vital, desconocido por ella hasta entonces”.

Sobre la joven planea también la difusa figura de su madre -“aquélla que fue Chyntia, aquella ortiga que florecía en los reinos de lo corrupto”, de su irracional traición a la familia en pos de una pasión ilícita. ¿Está Yvette condenada a repetir tan deshonroso abandono a los sentidos? Eso parece esperar de ella su deprimente y sórdida familia, en especial su beata e iracunda tía Cissie, quien sólo temblará al contemplar al gitano: “lo atractivo que era aquel hombre”, ante quien no pudo reprimir “sentir un estremecimiento desconocido, una turbadora agitación”.

   El gitano, por su parte, sólo atenderá al “misterioso fruto de la virginidad de ella, y en la preciosa ternura de su cuerpo”. Sendas pasiones estallarán a la par que una presa cercana, cuya rotura y posterior inundación sirven como una metáfora perfecta de las emociones reprimidas de la joven, de su energía incontenible. En el caos subsiguiente, sueño y realidad se solaparán en su recién estrenado universo de sensaciones.

    Ya sea disfrutando de su lectura o de sus versiones cinematográficas, D.H. Lawrence siempre me parece una elección interesante. Por supuesto, se admiten opiniones y sugerencias, tanto de este autor como de otros cuya lectura os haga emocionalmente… ¡tilín!.

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