Si en un alarde de imaginación decidiese colorear este sugerente y virtual espacio, con gusto me remangaría y, saltándome las recomendaciones de la decoradora british más comedida y discreta -Laura Ashley-, hundiría la brocha con desatado frenesí en un cremoso bote de pintura para inundarlo todo de rojo brillante.
Como color entre los colores, como color con mayúscula, el rojo despierta psicológicamente las emociones más apasionadas, fuertes y atractivas; no existe un pigmento más idóneo para expresar las sutilezas y matices del deseo, el amor, la pasión y la sexualidad. De hecho, no es casualidad que el día de San Valentín todo se tiña de rojo para avivar, con permiso del santo, nuestro lado más romántico y sensual.
De este vibrante simbolismo se sirve deliberadamente la publicidad para hacer influir sobre nuestro estado de ánimo y hacernos atractivo y apetecible cualquier producto o espacio. Con la consigna Todo al rojo consiguen atraernos hacia un perfume (CH, de Carolina Herrera), un restaurante (Silk&Soja, en Madrid), un bombón (la caja roja de Nestlé), una barra de labios (Chanel rouge coco 42), unos zapatos (y una inconfundible suela roja, enseña de Louboutin), un atrevido conjunto lencero (me pido uno de Leg Avenue, en lenceríadiamante.com), una bebida (Campari), un vestido de diseño (Giorgio Armani), un calendario (Penélope Cruz en el anuncio de Campari vestida de Armani), un comercio (Lilly Blosson, en Madrid, o cómo descubrir el universo de la sofisticación, la elegancia y la picardía, cualidades que alcanzan incluso a sus extraordinarios probadores).
Rojos son también los anuncios que más nos gustan: ¡las rebajas!, máxime si con ellas podemos comprar muchas cosas rojas. Rojos son los números que nunca querríamos ver en nuestras cuentas corrientes, y rojas son también las prohibiciones, las correcciones y las alertas que nos dejan clavados en el sitio.
Admitámoslo. En general, el rojo es el color de la fuerza y de la vida. Siendo esto así, difícilmente puede dejarnos indiferentes: no existe un color más evocador, vibrante o peligroso (me temo que a los diablillos también les gusta este color).
También es cierto que su simbología varía según las culturas. En China es el color de la felicidad; en Rusia, de la belleza; en Europa definió a la realeza, al poder, y sirvió asimismo como protección del mal (por eso Caperucita es roja y no verde) y como representación de la inmoralidad (reavivados hoy en día en pecaminosas luces de neón).
Optando por esta provocadora tonalidad para estas virtuales paredes -y sin gasto adicional alguno-, atraeríamos a esta sección, a sus lectores y a sus autores, las bondades intrínsecas que le otorga el feng shui: riqueza y prosperidad. Decididamente, el rojo es nuestro color.
Pero aún hay más. Por el mismo precio reactivaríamosel chakra identificado con la tonalidad carmesí, el chakra base o raíz situado al final de la columna y que nos mantiene conectados a la tierra, además de brindarnos energía y pasión. ¿Se puede pedir más?
Personalmente, también contaría con el aplauso de un astrólogo, porque centrada mi energía y mi entusiasmo en ensalzar su rico simbolismo, estaría armonizando con él, por ser de color rojo mi signo zodiacal, Aries, como roja es también la gema que me representa, el rubí (circunstancias que comparto generosamente con mi amiga Escorpio); Marte, el dios romano más guerrero, rige mi signo y tiñe con su rojo sangre la tonalidad del planeta más cinematográfico, el planeta rojo, cuyos habitantes, curiosa e inexplicablemente, se presumen verdes.
Mmm… Cierro los ojos y a punto estoy de visualizar la explosión carmesí colmando mi espacio cuando afronto las primeras complicaciones. ¿Cuál de las 105 tonalidades -divertidas, exóticas o comestibles- sería la más apropiada? ¿Quizá un rojo fuego? Claro que eso implicaría desechar un rojo Ferrari, ignorar un rojo jaspe y obviar un rojo guinda. ¿Y por qué no un rojo brasa, aurora, cangrejo, cresta de gallo, diablo, guinda, langosta, persa, fresa, lava, jaspe, labio, rubor, salmón, sangre, tomate o vamp?
Extraigo tan sorprendente cómputo de matices de un solo color del sesudo y cautivador libro Psicología del color, (Eva Heller, Edit. G.G., 2000, rigor teutón hecho libro). Con la puntillosidad de una coleccionista de mariposas, la autora desmenuza y analiza todo lo relativo a los colores y a los sentimientos que evocan. Un libro realmente impresionante.
Según E. Heller, convocado hipotéticamente en el universo de los colores un concurso para premiar el color más erótico y atractivo, el podium lo encabezaría el vibrante rojo seguido del siempre elegante y sofisticado negro; en tercera posición el rosa, sensual y femenino y, aunque ya sin medalla, quedaría un hueco para el estimulante y sexy púrpura. La peor parte se la llevaría el color marrón, expulsado de este selecto olimpo por antierótico y viejuno.
Por último, Frau Heller nos reta con un guiño cómplice al verificar la erótica y seductora combinación del rojo y el violeta utilizada por la artista Elvira Bach (prometo incluir esta atrevida recomendación en mi fondo de armario en la próxima ocasión to go shopping, y a ver qué pasa).
Por otra parte, os reto también amablemente a disfrutar de dos referencias cinematográficas muy relacionadas con el color que nos ocupa. Por un lado, La linterna roja (Zhang Yimou, 1991), la historia de la bella y triste Songlian y del significado de ser escogida como concubina en una cárcel dorada: un excitante… ¡masaje de pies!. La segunda corresponde a la serie Pétalo carmesí, flor blanca, (adaptación del libro homónimo de M. Faber, Anagrama, 2004), folletinesco retrato de una época y de una doble femineidad: la inteligente y carnal Sugar -el pétalo carmesí- y la cándida y espiritual Agnes -la flor blanca-. Imprescindibles.
¿Qué tal te llevas tú con el rojo? Déjanos tus comentarios 🙂