La fusión con la danza llegó a raíz de un curso de Striptease que realicé años atrás. Se me presentó por casualidad y como me pareció un curso de lo más original, no dudé en regalármelo por mi cumpleaños.
Aquel fin de semana supuso la ocasión perfecta para afrontar de una vez por todas el miedo, la vergüenza, el pudor y todas las creencias falsas que arrastraba en mi interior. Por aquel entonces me planteaba cada vez más a menudo cuestiones relacionadas con la sexualidad, sobre todo aspectos que observaba mayormente desatendidos, ya fuese la sensualidad o el juego erótico.
Sólo puedo decir que vivir la experiencia con el resto de mis compañeras resultó una vivencia maravillo
A partir de ahí mi interés se centró en indagar en ese poder femenino revelado por la danza. Entusiasmada por el descubrimiento empecé a formarme en diferentes modalidades de danzas que contenían ese poder sensual liberador, así como a combinarlas de una manera original y propia.
Una idea se iba abriendo paso en mi cabeza: un baile erótico donde primase la complicidad del que baila y del que mira, un baile que tuviese poco o nada que ver con un espectáculo de striptease al uso.
Cabía por supuesto el peligro de que no se entendiese bien este nuevo concepto, y de que la censura y el juicio fácil y equívoco lo rechazasen de inmediato. Pero por otro lado tenía plena confianza en que no sería así. Insisto en que lo que me rondaba por la cabeza no tenía en absoluto nada que ver con un espectáculo de striptease convencional.
Estaba segura de que sería posible enfocarlo desde un punto de vista nuevo, uno donde el striptease pudiera ser una herramienta para completar y enriquecer la vida sexual y personal.
La danza sería en definitiva el vehículo para llegar al fondo más allá de la forma. Compartir en un aula este conocimiento con otras mujeres y que tuviese un poder transformador en sus vidas me pareció un reto más que obligado.
Y de este modo nació el método DST (Danza Sensual Terapéutica), un método de creación propia que aúna cuerpo y alma, que pretende llegar a un entendimiento entre nuestra esencia y nuestro ego; que pretende hacernos más libres, más seguras, crear una mirada más amable hacía nosotras mismas y despertar sin duda alguna el amor hacía nuestro ser femenino. Aceptarnos tal y como somos, sin compararnos con nadie ni pretender ser alguien que no somos.