LAS DIOSAS NO ENVEJECEN

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Gema Margo

Gema Margo

El sostén de la femineidad

Si el año pasado festejamos el centenario del sujetador, un indiscutible hit en el exclusivo universo de la corsetería femenina, del fetichismo y de la seducción, este año le corresponde celebrar su vigésimo aniversario a uno de los shows donde el sostén cobra siempre un protagonismo excepcional: el desfile de Victoria´s Secret.

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Un imperativo -el del verbo “sostener”- que podría decirse que se ha tomado muy en serio la orden, se ha independizado de la conjugación verbal y ha acabado materializándose en una pieza textil con personalidad propia. En este sentido, esta mínima porción de tela pasa por ser una de las prendas más provocadoras, prácticas y coquetas con que engalanamos nuestra intimidad. Como custodio de los atributos femeninos; como complemento por excelencia que los viste, sostiene, resalta y sugiere, bien merece un homenaje.

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Insisto en el dato: el sujetador, tal y como lo entendemos hoy en día, cumple ¡100 años! Una cifra tan redonda pide a gritos una celebración a bombo y platillo. ¿Por qué? Porque cien años avalan con creces su distinción como uno de los accesorios más vivos y estrechamente ligados a la femineidad (ligados, además, por copas, tirantes y corchetes para formar una sencilla y perfecta obra de ingeniería textil).

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Puestos a debatir su vigencia en una hipotética tertulia, su longeva vida se prestaría a la idoneidad de desterrarlo ya al baúl de los recuerdos, se oiría comentar a alguien al fondo. Un instrumento de protesta, añadiría alguien recordando la cadena de sujetadores con que muchas mujeres rodearon el Ayuntamiento de Valladolid para desaprobar el machismo de su alcalde. Un artilugio restrictivo de libertad para la mujer, una atadura inútil y trasnochada, se plantearía alguien de la primera fila. Pero posiblemente el grueso de asistentes a este potencial simposio aún apostaría por él. ¡El sujetador sigue vivo y coleando! confirmaría una aplastante mayoría.

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En mi opinión, su veteranía no le resta ni un ápice de belleza, frescura y glamour. Muy al contrario. En todas las colecciones de lencería, este accesorio tan íntimo sigue de rabiosa actualidad como un referente de erotismo y sensualidad para quien lo lleva y para quien lo imagina desde fuera. En ocasiones, su modernidad ha bebido -y sigue bebiendo- de las fuentes inagotables de lo vintage, de lo retro, para concebir sorprendentes creaciones (véase a Madonna luciendo los geométricos diseños de Jean Paul Gaultier); en otros momentos es víctima de una sobredosis de imaginación, y sus consecuencias son las insólitas versiones que Lady Gaga -inspirándose en el mismísimo Boticelli- o bien Katy Perry o Miley Cyrus lucen sin rival.

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Al margen de reinvindicarlo o denostarlo como ideario -¡sujetador síííí! vs. ¡sujetador noooo!-, hay que admitir que su presencia o ausencia responde también al vaivén de las tendencias, a lo que hoy está in y mañana está out. En este sentido, se ha impuesto la opción de prescindir de él, de marcarse alegremente un bras-less.
Además de como arma reinvindicativa y llamada de atención utilizada por el grupo feminista FEMEN, renunciar a él sirve igualmente como reclamo erótico. Con la consigna de “lo que Dios me ha dado, lo luzco como quiero”, Rihanna o Jennifer López lucen explosivas transparencias que apenas dejan migas a la imaginación. (A propósito de este desinhibido propósito, pero mucho menos explícito, ¿alguien recuerda la divertidísima escena de Sexo en Nueva York 2, en la que la niñera de Charlotte corre alegremente luciendo una camiseta sin sujetador para pasmo de las damas y cuasi parada cardíaca de los caballeros presentes?).

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No es ésta sin embargo la filosofía de muchos y grandes diseñadores de interiores, a quienes ni se les pasa por la cabeza prescindir del glamour y de la sofisticación que irradia un brasier o soutien.
Para muestra, un botón. El reciente desfile de Victoria´s Secret ha cumplido con el ritual de dejarnos ojipláticos con su cita anual. En esta ocasión nos ha brindado la ocasión de admirar un sofisticado modelo de ¡dos millones de euros! que ha lucido la modelo. Responde al primoroso nombre de Fantasía de Fuegos Artificiales y rebosa imaginación por los cuatro costados. Un capricho incalificable.

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Pero volvamos por un momento la vista atrás y remontémonos al año cero del invento, 1914, y a la conjura de circunstancias que determinaron su feliz alumbramiento.

El escenario: un conflicto bélico, la 2ª Guerra Mundial, que obligó a desmantelar la rigidez del corsé para dedicar el metal de sus ballenas a menesteres mucho menos amables (si ya había sido poco amable lastimando la espalda de sus portadoras). Las heroínas: Mary Phelps Jacob, patentando el prototipo que algunos años antes Herminie Cadolle obtuviera al dividir el corsé por la mitad, ¡oh, sublime corte!, e Ida Rosenthal facilitándonos la vida con su clasificación del busto en tallas. Las beneficiarias en ese momento: las mujeres que, supliendo el trabajo de los hombres en las fábricas, recuperaron la capacidad de tocarse la punta de los pies sin partirse el espinazo. Las beneficiarias desde entonces: todas las mujeres que disfrutamos vistiendo nuestro interior con comodidad y glamour.

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La historia y evolución de este revolucionario invento ha podido seguirse fielmente a través del séptimo arte. El cine le sirvió de plataforma publicitaria perfecta: creaba tendencias y despertaba los sueños del público. Actrices como Marilyn Monroe en Some like it hot o Janet Leigh en Psicosis (1960) fueron algunas de sus más extraordinarias embajadoras.
El último capítulo de esta larga historia aún no se ha escrito. Como tampoco ha conseguido zafarse de las garras tecnológicas -es el signo de los tiempos- está a punto de desprenderse de su sutileza y glamour para engrosar la lista de gadgets que prometen hacernos más fácil la vida. ¿Un sujetador inteligente Wearable que reacciona con el enamoramiento? ¿Un sostén-alarma? ¿Un sujetador pulsímetro? ¡Socooooroooo!
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