Me entristeció mucho cuando me enteré de que el Museo Erótico de Paris cerraba sus puertas por un problema en el alquiler del local. Así pues, he decidido contaros algunos detalles para que al menos desde aquí, lo conozcáis un poquito quienes no hayan tenido el placer de verlo en vivo y en directo. Voy con mi experiencia de la visita a dicho museo:
En París, al no existir el concepto de aire acondicionado en el transporte público, moverse en suburbano se convierte en una tarea bastante lamentable, por no decir suicida. Menos mal que el destino merecía semejante experiencia. Estación de Metro de Blanche, Departamento de Montmartre. ¡Uf, por fin alcanzo la superficie! El Boulevard de Clichy parece un hervidero (nunca mejor dicho) de turistas que transitan por sus animosas aceras y se detienen en sus provocadores y llamativos escaparates . Ahí está: le Moulin Rouge, y unos metros más adelante, en el nº 72 … ¡Le Museé Erotique! (huelga la traducción y además en francés suena muchísimo mejor) creo seriamente que me voy a divertir.
El escaparate que lo anuncia no podría ser más sugerente: un prodigio con forma de silla, tapicería felina, alfombrita para los pies (encantador detalle) esposas, manivelas y … lenguas, muchas lenguas. Lenguas húmedas que se mueven accionando suavemente, o no, eso ya depende, una manivela. Vaya locura.
Pago mi entrada: 10 euros (no importa, la visita lo merece, y además su horario canalla me da la posibilidad de quedarme hasta las dos de la madrugada). El Museo consta nada menos que de siete pequeñas plantas, ahí es nada, aunque algunas de ellas las ocupen exposiciones temporales igualmente interesantes.
Una de las plantas intermedias está dedicada prácticamente a las “Maisons cloches” (¿lo veis? incluso esto suena mejor en francés, porque no se trata de otra cosa que de los prostíbulos parisinos, “establecimiento” que el propio Museo fue allá por la Belle Epoque). Infinidad de fotos de época atestiguan el trasiego -y el éxito- que tuvieron en su momento.
Algunas llaman poderosamente mi atención. Una de ellas inmortaliza la casa de citas de Madame Sphinx y sus dos habitaciones tituladas “Napoleón II” (se nota que iba tomando apuntes, ¿eh?, como cuando íbamos con el colegio al Museo de Ciencias Naturales, ya ven que la comparación me viene doblemente al dedillo).
La mencionada habitación escondía un fauteuil, lo que en la lengua de Cervantes viene a ser un sillón. Pero no se trataba de un sillón al uso, no. Un sillón con dos niveles para facilitar el placer erótico a dos ¡o incluso tres! jugadores, estribos incluidos, no podría ser nunca un sillón al uso. ¡Ay, mi imaginación se desboca y mi pulso se acelera! Mejor seguir explorando con los ojos bien abiertos.
Fotografía de Zoe Valdés
Estoy en las plantas verdaderamente interesantes (o por lo menos donde más miradas cómplices y codazos se regalan las parejas). Un vistazo por las escenas y juguetes eróticos de los cinco continentes me refresca por completo. Descubro nuevos modelitos de sillas locuaces (por cuanto hablan por sí solas, claro, tenéis fotos arriba). Las láminas japonesas e hindúes son un auténtico placer para la vista, explícitmente eróticas y muy delicadas. Puro frenesí, puro deleite.
Los objetos que llenan las vitrinas tienen mayormente forma de falo -no podía ser de otro modo- . Pipas, amuletos, cascanueces (¡!), flautas (¡¡!!), jarras (¡¡¡!!!) me hacen contemplar el atributo masculino con una perspectiva nueva y divertida. Se nota que en Oriente el placer ERA UNA FIESTA, “fuente de felicidad y salud” (cito textualmente), sin la consideración de culpabilidad que siempre le ha acompañado en Occidente.
Como colofón, llega el momento “souvenir”. Postales, libros y … una misteriosa vitrina que me deslumbra cual centella: ¿es lencería con forma de bisutería o bisutería con forma de lencería? No importa, lo llamaré simplemente capricho fantástico (quizá no muy cómodo, todo hay que decirlo, pero en un momento dado, poco importa sacrificar la comodidad).
Espero que os haya gustado este paseito por uno de los museos que ya no podremos volver a visitar.
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¡Super abrazo!