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Gema Margo

Gema Margo

Cenicienta tiene mucho cuento

Ya lo declamó el insigne autor Pedro Calderón de la Barca en boca de su más apesadumbrado personaje, Segismundo: que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son. Y a mí me apetece tanto soñar que estoy decidida a no perderme la última versión de La Cenicienta, un pastelito en cartel desde este fin de semana, aún a riesgo de sentirme después diluida en una fondue de chocolate por su empalagoso y dulzón efecto. Entretanto, intentaré calmar la espera ahondando un poco en la carrera y trascendencia de la melancólica protagonista. cenicienta-2015-gema-martin.com

El popular cuento forma parte de una tradición literaria casi universal, tanto escrita como oral, presente en muchas pueblos. De manera que Cenicienta ha paseado sus vicisitudes por la Antigüedad grecorromana, la civilización egipcia, europea y china, llegando a cruzar el charco y asentarse en algunos pueblos de Norteamérica. Al margen de pequeñas variaciones propias de cada cultura, los elementos esenciales se mantienen en casi todas las versiones: una bella y abnegada joven sometida a múltiples injusticias; un ser mágico que le da la vuelta a su infortunio y la arroja a unos amorosos brazos principescos que la redimen; y, por supuesto, un almibarado final feliz que pone a cada uno en su sitio, reconforta el ánimo del auditorio y afirma el sentido de la justicia. ¿Se puede pedir más?

Las diferencias se concretan, principalmente, en lo tocante al artífice del encantamiento -un hada, un pez o un pájaro- y en los personajes malvados, las odiosas hermanastras y la pérfida madrastra, a las mutilaciones sufridas en sus pies intentando calzarse el dichoso zapato de cristal, ya sea cortando deditos o talones, -lo lógico si no caben-, y al merecido castigo final por su vileza, a cada cual más espeluznante, léase cegándoles los ojos con picaduras de palomas o apedreándolas hasta morir.

La versión china del cuento enlaza con la mirada erótica que desde el siglo X se proyecta en esa cultura sobre un pie pequeño y deformado sin piedad por múltiples vendas, una perversa manipulación que el género masculino percibe como un sublime objeto de deseo.

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zapatos-sexys Al halo de erotismo que irradia el pie femenino tampoco somos ajenos en Occidente. De hecho, ese fue el causante de que se ocultaran a la vista pública durante muchos siglos atrás, disimulados bajo metros y metros de tela. El fetichismo proyectado sobre el zapato que perfecciona este apéndice -hay quien ve en el tándem zapato/pie un simbolismo de gran carga erótica- no alcanza, sin embargo, los lastimosos niveles de la cultura china; aquí el dolor sólo está asociado a las rozaduras propias de unos ejemplares nuevos o al cansancio que brindan unos stilettos de infarto al cabo del día, poca cosa comparada con aquella barbarie medieval.

La tradición de este cuento de hadas fue recogido en Occidente en el siglo XVII y XVIII por dos autores,Charles Perrault y los Hermanos Grimm, siendo la versión de estos últimos mucho más tremebunda que la de Perrault. Un siglo después se liberó por primera vez de su atadura impresa en 1899 por obra y gracia del director Georges Méliès, quien llevó a la pantalla una meritoria versión muda con histriónicos actores representando el cuento, incluyendo una impagable y patosa coreografía de relojes marcando la fatídica medianoche.

El desdichado personaje sirvió también de inspiración a muchos otros directores, dando como resultado un buen ramillete de versiones cinematográficas, algunas de ellas animadas. Entre estas últimas, me llama la atención una joyita estrenada en 1934; aquí la Pobre Cenicienta es interpretada por una dulce Betty Boop que apenas luce su genuino sex appeal, dinamitado sin piedad por la censura del momento (ay, por un instante se coló una liga picarona en su pierna izquierda). Aún así, merece la pena disfrutar de los minutos que la inmortalizan como icono sexual metamorfoseado en princesa.

La versión animada que realizó la factoría Disney en 1950 marcó un hito en su currículum vítae. Sobre ella se ha basado la nueva versión que se estrena estos días.El actor y director Kenneth Branagh, lejos de arriesgarse a una versión deconstructiva del clásico cuento, ha preferido mantenerse fiel al espíritu y al argumento original recogido por Charles Perrault, con un final propio de cuento de hadas. Esto me hace estar aún más decidida: durante prácticamente un par de horas me rindo a su dulzura y a su universo kitsch y, de remate me regalo un cremoso happy endque me reconcilia con el mundo.

Ay, y es que no me canso de que el amor triunfe sobre celos, envidias y demás escollos malsanos. Confíoen quela nueva versión refrescará además mi pueril inocencia, haciéndome creer que la magia es posible en un mundo multicolor de hadas y príncipes (de ojos) azules. Sólo tendré que estar atenta a no perder el hilo del argumento trasladándome con los rostros de Lily James (Cenicienta) y SophieMcShera (Drizella) a mi querida Downton Abbey, interpretando a Lady Rose MacClare y a Daisy respectivamente, o bien a Juego de Tronos conun atractivo Richard Madden (el Príncipe) en el papel de Robb Stark. Prometo poner mis cinco sentidos en el asunto.

Por cierto, los protagonistas que encarnan a la feliz pareja han salido al paso de los insidiosos comentarios que han circulado en las redes sociales sobre su aspecto en la película. Tanto sobre la sospechosa cintura de avispade Cenicienta comosobre el dudoso azul océano de los aristocráticos ojos del príncipe no se cierne ningún efecto digital; todo es natural salvo alguna cosa: un corsé y una severa dieta de líquidos; de la belleza y perfección restante sólo es responsable una juventud y una naturaleza muy generosa con sendos actores.

Zapato-Cenicienta-Munich Con la excusa del estreno de la nueva versión, algunos renombrados diseñadores se han hecho eco de la magia que destila el cuento. Inspirándose en el elemento que mejor la define, el zapatito de cristal, han diseñado un prototipo acorde con la marca que representan. Y así, junto a la sofisticación de los modelos de Jimmy Choo, Salvatore Ferragamo o Stuart Weitzman, hay interpretaciones mucho más arriesgadas que ofrecen la versión más cool aunque sin perder un ápice de glamour; ahí es donde yo me calzaría el diseño de Pretty Ballerinas o el modelo de Munich, todo un acierto marcando en la suela el minuto anterior a la hora de esfumarse la magia. Yo desde luego me decantaría por algo similar, porque ya me explicarán ustedes cómo es posible correr escaleras abajo con un zapatito de cristal sin romperse la crisma o hacerse, como mínimo, un esguince, ¿eh? Por arte de magia, me contestarán
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